AGUA MUERTA
Mi visión del caminante no puede ser
más terrorífica.
Se acerca al borde del lago
con la esperanza de caminar en él.
Sus pies están llenos de miedo.
Sabe que la muerte está muy cerca de aquí,
quizás en esa rama maltrecha
donde ha colgado los zapatos atados entre sí.
O en los resto de huesos de un pequeño
mamífero que se acercó a beber.
No se si empujarlo al fondo del lago
o darle la mano.
Un tren de cercanías cruza nuestros estómagos.
Los dedos tiemblan como los de una niña
de diez años que sostiene un gorrión muerto.
Cientos de catedrales desaparecen
bajo la detonación controlada de explosivos.
El lago se traga todas las campanas.
Nos llama.
Ya no recordamos donde nacimos
ni el camino que nos ha llevado hasta aquí.
El tiempo es tan callado como el mosquito
frente al camaleón.
Esperamos a que el vacío decida que hacer
con nosotros, cuando ya no tenemos nada
que ofrecer.