RECUERDOS
A Charles Simic
En mil novecientos treinta y nueve yo era muy pequeño,
tanto, que mis hermanos me confundían con los
hurones que usaban para cazar conejos.
Ese año en Australia se sucedieron los incendios forestales
del viernes negro.
En mi casa también hubo uno,
cuando mi padre fabricaba cartuchos y la pólvora
prendió una sábana en la que escondíamos
el cáliz que nos dio el cura al acabar la guerra.
No sabía lo que era el cine, pero se estrenó
El mago de Oz.
Dos guardias civiles durmieron en mi casa y
Alcapone fue liberado de la prisión de Alcatraz.
Ese año murió Antonio Machado, mientras, en mi casa
comíamos cebolla blanca en lugar de pan.
Recuerdo una mesa grande,
la cara cansada de un país cansado y una canción
que susurraba mi madre frente al fuego.
Un hurón mordía mi pie izquierdo,
de esas lágrimas puedo decir que siguen siendo igual
de intensas, hoy, tres de junio del dos mil diecisiete,
aunque el bicho esté muy lejos, muy lejos de aquí.